¿Por qué?, — es la pregunta—
Cuando somos niños, candorosos,
los sentimientos están de fiesta
no conocen las represiones
ellos fluyen sin cuestionamientos.
¿Y qué nos sucede luego?
Nos convertimos sin advertirlo
—en los carceleros de los presidios—
que alojarán a nuestras emociones
sin que hayan cometido un delito.
Somos responsables los adultos
de que la niñez fenezca por prejuicios
hay que garantizar sus potestades
—el niño es el artífice del hombre—
no hay que soterrar los sentimientos.
Tal vez algún día aprendamos
—algo nos sucede en el camino—
y nos conminamos en ir asfixiando
todo lo que nos convierte
hay que garantizar sus potestades
—el niño es el artífice del hombre—
no hay que soterrar los sentimientos.
Tal vez algún día aprendamos
—algo nos sucede en el camino—
y nos conminamos en ir asfixiando
todo lo que nos convierte

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