En algún espacio secreto
se albergan los recuerdos,
esa sutil e íntima biblioteca
que atesora nuestras vivencias.
Ellos están callados,
pero cuando hablan,
logran abrir hábilmente,
puertas que estaban cerradas.
Traen a nuestro presente,
experiencias, aun vívidas,
pero también a las viejas
que creíamos olvidadas.
Los recuerdos son testimonios,
se agigantan con los años,
pueden contener el paraíso,
o el averno, nosotros lo decidimos.
Los recuerdos, son personas;
son etapas, es la niñez amorosa,
es el café que hacía mi padre,
es el cuidado, el amor de mi madre,
son los juegos con mis hermanos.
Es la biblioteca que guarda historias,
sentimientos, sabores, aromas
y lo más importante
-guarda a las personas-.

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