Las lágrimas, nos desnudan,
nos exhiben humanos,
humedecen nuestra piel
justo cuando se resquebraja.
No crean, llorar no nos debilita,
—nos infunde de una fortaleza—
hasta entonces desconocida
porque aun desnudos, nos atavía.
Las lágrimas son el cauce
que ha descubierto el alma,
cuando sus desazones insoportables
por ríos lacrimógenos se escurren.
Quién sabe liberarlas sin prejuicios,
es quién desata nudos gordianos
y los ríos de lágrimas emancipadas
fluyen hacia su destino inevitable
para que en mares se conviertan.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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