La muerte,
así de frente
sin ambages
ni metáforas,
nos habita
a todos
sin excepción alguna.
Cuando nacemos
somos un misterio
perpetuo,
la única certeza
que poseemos
es que feneceremos
y es lo inexorable.
Entonces:
¿Por qué
no hablamos
sobre ella?
¿Por qué
el mandato
es silenciar
su existencia?
Mucha incertidumbre
acabaría,
muchos cielos
ominosos
en radiantes
tornarían
si a la muerte
la naturalizáramos
y dejáramos
de darle el trato
de innombrable.
Porque al fin
y al cabo,
hacia ella
y solo hacia ella
todos estamos
haciendo el viaje
sin fecha de arribo.
La vida nos separa,
o mejor expresado
los humanos
urdimos clasificaciones
absurdas e indolentes,
pero la muerte
nos responde hábilmente
igualándonos.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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