¿Quién puede asegurar
que no ha padecido uno?
Y no me estoy refiriendo
a una de las tantas
manifestaciones espectaculares
a las que la naturaleza
nos tiene acostumbrados,
no...
es mucho más que eso.
Les estoy preguntando
a cada uno de ustedes:
¿Quién no ha percibido
un eclipse muy dentro,
allí donde el ojo
no necesita una lente
especial para mirarlo?
Son eclipses únicos
que solamente
el alma capta,
son desapariciones
transitorias, efímeras,
que traen a la oscuridad
por un rato
y en desnudeces
nos deja,
para que seamos
buenos aprendices.
Cuántas veces
hemos sentido
como si un cono
de sombra
nos despojara
de la luz necesaria
para encontrar la salida.
Cuántas veces
fuimos esa sombra
y cuántas otras
fuimos la luz anhelada.
Es cierto,
he tenido etapas
en que me percibía
una "eclipsada",
porque era
mi elección,
desaparecía en un tris
de la interacción
cuando el hastío
de lo rutinario
así lo demandaba.
Eclipses,
los de afuera
son obras
cinematográficas
de la natura,
los que se gestan
muy dentro,
son necesarios
muchas veces
para despertar
a nuestra alma
de algún letargo
o para despabilarla
cada vez que ella
adormilada
o tal vez
distraída,
el viaje
de la vida
está transitando.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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