Lograste —aun después—
de tu adiós inesperado,
modificar mi vida toda
y nada dentro de mí
ha quedado indemne,
cambié y seguiré
cambiando
—consecuencias inevitables—
de un aprendizaje
que redefinió todo.
¿Y sabes algo?
No importa la edad
ni la tuya, ni la mía,
—porque no minimiza el dolor—
ni siquiera lo atenúa,
lo único trascendente
es la profundidad
de los vínculos
que ambas construimos.
Es el amor
después del amor,
—siempre te amé—
pero en mi madurez
se fue magnificando
y alcanzó su plenitud
—indefectiblemente—
mientras envejecías
solo por fuera —asegurabas—
porque dentro de tu alma
eras joven todavía.
Siempre te extrañaré
y también siempre habrá
un sabor, un aroma,
una flor y hasta un gesto
—de entrega y generosidad—
que traerán tu recuerdo
—y tu vigencia inevitable—
porque es imposible olvidar
a quién me edificó con creces
con un amor único
e inexpugnable.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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