Soy poesía con creces
—y no podría evitarlo—
sería una finta innecesaria
una irreverencia a mis letras.
Soy escritura definitivamente,
tengo un idilio inefable
—una relación simbiótica—
con las palabras que me amueblan.
Me declaro una inhábil
un fracaso estrepitoso
porque jamás pude esbozar
—con la anuencia de la mente—.
Poseo una fuerza motriz
—es quién me induce y acicatea—
convoca a los sentimientos
y a las emociones cohesionados.
Porque: ¿Cómo sería escribir
—escindida de lo más valioso—
que con la libertad se solaza
e intensidad a mis letras incrusta?
¿Cómo denominar poesía entonces
sin contemplar que la aquiescente
y la garante de cuanto plasmo
—no es mi mente— sino mi alma?
¿Cómo?
Viviana Laura Castagno Fuentes

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