Con la inolvidable discreción
y la prudencia, que eran tu impronta,
te inmiscuyes hábilmente
en los entresijos de mi mente.
Y permaneces allí, impoluta,
detienes la estolidez del mundo
ese que su devenir continúa
con su sesgo de indolencia.
Traes serenidad a mis borrascas,
hasta el viento cesó su bramido
en un acto de sutil complicidad
y reorganizas el caos reinante.
Quédate allí, no te exilies,
habilitas sueños que no fueron
y que creí para siempre fenecidos
pero hoy —a todos despabilaste—.
Viviana Laura Castagno Fuentes
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