Admiraba
su dúctil habilidad
para intuir todo,
le bastaba con mirar
por los bordes del alma.
Evitaba esmerilar
la confianza otorgada,
sabía poner a resguardo
secretos de ajenos
que en ella se quedaban.
Adoraba su capacidad
para poner límites
sin palabras, con hechos
—si no los establezco yo
los impondrá la vida mañana—.
Era blanda y rígida
una mixtura adecuada
para que el amor creciera
—natural, espontáneo y exacto—
como era ella.
Viviana Laura Castagno Fuentes
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