Reconozco que la poesía me subyuga, ella me posee y decide cómo y cuándo.
Mi madre fue la artífice, ella trajo las letras a mi vida cuando era una niña y desde entonces el romance ha ido creciendo.
Y es con los poemas el idilio, no podría escribir novelas, tampoco me inspiran, este es el universo donde habito y a la libertad invito para el goce.
Adoro el carácter indómito que poseen, no admiten estructuras férreas que las asfixian y entumecen, tampoco responden a decisiones de la mente y tienen un compromiso con "la verdad".
Jamás escribo cuando deseo, sino cuando la poesía viene en mi búsqueda y a plasmarla me invita, así es el nudo gordiano de la relación que tenemos.
Al menos en mi caso: "es imposible escribir por voluntad, escribo porque antes he sido amueblada por las letras que su emancipación luego reclaman".
Es como una hoguera que se enciende a solas, no existe una concentración previa, tampoco la necesidad de establecer un horario y asirse a él cada día.
Quién ama la poesía comprenderá lo que he plasmado, carece de programa ella, es tan habilidosa como instantánea, sin esa condición previa: "sencillamente no sería".
Todo lo plasmado está bañado en "subjetividad", es mi experiencia, un proceso único que en otras personas se gesta por otros caminos.
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