El sol enceguece e ilumina
a una mata de margaritas
que de tan blancas e impolutas
—bañadas de nieve parecen—
aunque un calor irreverente
en marchitarlas intente.
Ellas están medrando
en un jardín —su casa natural—
no aguardan ser mutiladas
para ser convertidas en esclavas
de un jarrón mudo e impersonal.
Ellas buscan preservarse
y su cuerpo encorvan,
esperan que el atardecer
traiga con sus sombras
el alivio que tanto aguardan.
Y la recompensa llega,
las últimas luces
Ellas están medrando
en un jardín —su casa natural—
no aguardan ser mutiladas
para ser convertidas en esclavas
de un jarrón mudo e impersonal.
Ellas buscan preservarse
y su cuerpo encorvan,
esperan que el atardecer
traiga con sus sombras
el alivio que tanto aguardan.
Y la recompensa llega,
las últimas luces
de un sol abrasador
—dijeron adiós, hasta mañana—
ahora se erguirán inmaculadas
—dijeron adiós, hasta mañana—
ahora se erguirán inmaculadas
cuando por gotas de rocío

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