Las personas genuinas
—se parecen a un buen libro—
en ellas habitan valores
y sabiduría implícitos.
Son el abrazo dilecto al alma
sin artimañas ni vueltas,
encienden una llama eterna
que ni el tiempo logra apagarla.
Están allí, aunque no estén,
porque la presencia es innecesaria,
cuando se generan reciprocidades
los límites geográficos se esfuman.
Y cuando azotan los vientos bravíos
—de la mentira y la hipocresía—
comienza una desigual lucha
entre quién atiza y su víctima.
Pero las personas genuinas
—son el antídoto que las neutraliza—
porque poseen un corazón magno
que solo al amor dan refugio.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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