Creyeron
con unanimidad
de criterios
que ella nunca se iría,
porque los cambios
a su edad serían complejos.
¿Pero entonces,
quién la conocía de veras?
Estaba acostumbrada
a todo
o a casi todo,
aprendió a desplegar alas
y a no extender raíces
por fútiles e innecesarias.
Ella podía armar su maleta
de la noche a la mañana,
viajar hasta la ciudad
para abrevar con creces,
dejando atrás un pueblo
que por rutinario
y prejuicioso
solamente agobio
le generaba.
¿Quién la conocía realmente?
Nada ni nadie
sus alas cercenarían,
ayer fue la ciudad,
antes la quietud
de lo previsible,
hoy es el mar inconmensurable
y mañana...
¿quién sabe mañana?
porque sobre cambios
sobre cambios permanentes
se edificó ella.
¿Qué decían que no podría?
Viviana Laura Castagno Fuentes

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