Y acurruqué todo mi adiós, todo,
ese que jamás pude darte,
no existen las despedidas,
no existen,
cuando está en el alma tu
hospedaje.
Y confieso que me asfixié
aquel día,
en un mar insondable de lágrimas
emergí hacia zonas calmas
-solo por un lapso-
y me hundí en las turbulentas.
Y se oscureció el cielo diáfano,
él, que es mi guía y parámetro,
aun cuando exhibía exultante
a su sol que sobre luces
es un paradigma.
Y supo el camino ese día
que a la mirada huérfana
y ausente,
no supo resarcirla un pinar esbelto
ni los verdores tímidos
e incipientes.
Y me eclipsó la desazón primero
y el desgarro que se aposentó
luego,
porque a este abrupto final
hermano,
no lo había imaginado... nunca.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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