Tu generosidad, tu nobleza
—eran tu sello indeleble—
demolían los imponderables
y a las certidumbres convocaban.
Ofrendabas sin distingo,
porque ante tu mirada impoluta
—todos eran iguales—
era la impronta que te definía.
Supiste inventar con destreza
la cura para las raspaduras
—las besabas con amor—
y al dolor lo volatilizabas.
No conocí a nadie
con tu magnanimidad,
desinterés y entrega,
—eras dueña de valores—
eviternos e insustituibles.
Por ello, es tan difícil asumir
—que los recuerdos—
serán los únicos anuentes
para abducirte de ese ignoto
universo, al que has viajado.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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