No debes decir
que me amas
si no me conoces antes.
Es una afirmación frágil, nimia
hasta ambivalente —diría—
y carente de sustentos.
Debes observar antes
los acantilados pétreos
que a mi camino esfuman.
O mis lágrimas anquilosadas
—en estalactitas devenidas—
ante un gran dolor insuperable.
¿Qué sabes sobre la plenitud
de mi infancia inolvidable
y de mis padres extraordinarios?
¿O la fragancia que atesoro
—la que sigilosamente ingresaba—
hasta la habitación y me despertaba?
¿Y sobre mis silencios
cuando las palabras huelgan
porque son innecesarias?
No, —nada de mí conoces—
soy una página en blanco
soy el libro que no he escrito.
Y no digas que me amas
porque cuando bajé a mi averno
estuve sola, no hubo nadie.
No, nada sobre mí sabes
—soy un misterio perpetuo—
soy preguntas, no respuestas.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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