Y decidí un día
—siguiendo a esa vocecita—
a la que muchas veces desdeñamos,
que un cambio drástico
ameritaba y era pertinente
para que los colores
nuevamente regresaran.
Y comenzó una tarde
—cuando los calores abrasaban—
el proceso necesario
para arrancar los grises
de un aparente empapelado
—que sin anuencia alguna—
dentro de mí, se había apoltronado.
Y como siempre...
la naturaleza fue mi musa
—la que inspiró los tonos—,
deseaba ver lo rutilante
encendiendo lo mustio
despabilando a los vergeles
y creando un jardín en las paredes.
Y aunque el cambio
iluminó un poco el afuera,
debe tener sincronicidad
—la armonía sutil y sabia—
con lo que transcurre dentro,
para que los grises de otrora
hacia su exilio, estén ahora viajando.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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