Que los horripilantes ruidos
de la guerra se acallen,
que enmudezcan todos
—para siempre—
y que en un recuerdo
se conviertan pronto.
Que el extraordinario poder
de las palabras
—viajen ellas escritas o verbalizadas—
sea el reemplazo eficiente
y definitivo (espero)
para convocar a los artífices
de una paz definitiva
y no —mesiánicos pactos—
que más conflagraciones encienden.
Viviana Laura Castagno Fuentes
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