De repente, sin que lo advirtiese siquiera,
un sol radiante mutó su amarillo traje,
por un vestido de gala rojo incandescente
y lo zambulló sobre las aguas tibias del paraje.
Ocultó su faz tras la silueta espigada de un árbol,
que sin éxito, permite que lo veamos,
mientras brinda su último espectáculo
a quienes, estupefactos, nos arrobamos.
Gracias por el milagro diario,
nos despiertas con tus luces fulgurantes,
nos incitas a dormir cuando te apagas
y continúas con tu obra cual artista itinerante.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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