Y él imaginó, que su luna misteriosa tenía mucho frío,
y decidió envolver su cuerpo aterido
con un ovillo de lana muy blanca y fina.
Y él también imaginó,
que su bella luna, estaba cómoda
con su nuevo abrigo.
Y sí, estaba tan emocionada como él la intuía,
lucir un traje de lana suave y mullida,
la había transformado en una reina casi.
Y él no se cansaba de mirarla,
en estado de estupefacción
y de admiración por su elegancia.
Ella se mecía, el atavío de lana blanca y fina
acompañaba esa danza grácil y delicada.
Y él permanecía, sus ojitos se entrecerraban,
porque lo obligaba el fuerte viento,
pero estaba decidido a quedarse allí,
a no abandonarla.
Y ella lo sabía, que toda la noche estaría acompañada,
por un gatito cubierto con pelos suaves,
y con enormes ojos grises
hasta que la luz del sol
comenzara su espectáculo en el oriente.
Y llegó el día, era inevitable.
La noche había transcurrido,
y decidió envolver su cuerpo aterido
con un ovillo de lana muy blanca y fina.
Y él también imaginó,
que su bella luna, estaba cómoda
con su nuevo abrigo.
Y sí, estaba tan emocionada como él la intuía,
lucir un traje de lana suave y mullida,
la había transformado en una reina casi.
Y él no se cansaba de mirarla,
en estado de estupefacción
y de admiración por su elegancia.
Ella se mecía, el atavío de lana blanca y fina
acompañaba esa danza grácil y delicada.
Y él permanecía, sus ojitos se entrecerraban,
porque lo obligaba el fuerte viento,
pero estaba decidido a quedarse allí,
a no abandonarla.
Y ella lo sabía, que toda la noche estaría acompañada,
por un gatito cubierto con pelos suaves,
y con enormes ojos grises
hasta que la luz del sol
comenzara su espectáculo en el oriente.
Y llegó el día, era inevitable.
La noche había transcurrido,
sin que él se diese cuenta,
cuando miró hacia arriba,
su luna elegante y bella se había desnudado,
y su traje de fina lana blanca
quedó esparcido, en cada intersticio del infinito cielo.
Viviana Laura Castagno Fuentes
cuando miró hacia arriba,
su luna elegante y bella se había desnudado,
y su traje de fina lana blanca
quedó esparcido, en cada intersticio del infinito cielo.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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