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domingo, 23 de febrero de 2020

DILECTA Y EXIMIA DOCENTE



Estoy aprendiendo día a día, no hay respiro alguno, no existe.
Soy una alumna neófita, me percibo aún en la escuela primaria, con su majestad la vida, como la eximia docente que su enseñanza está impartiendo momento a momento.

Y hay días en que todo fluye naturalmente y con ello los aprendizajes, no hay óbices a la vista.

Estoy viajando en un tren que transita por su carril, sin novedades importantes, en una travesía que posee una sola mano, la de ida.

Pero hay otros días, en que se produce un descarrilamiento imprevisto y lo abrevado hasta entonces comienza a perder vigencia, para situaciones inesperadas, hay que buscar con urgencia nuevas soluciones.

Y comienza el zarandeo; el cambio se inicia de nuevo, porque será una constante durante todo el viaje, nada permanece incólume, si nos detenemos mutilamos el proceso evolutivo que en humanos humanizados debería convertirnos.

La vida, la maestra dilecta, la que enseña a cielo abierto, porque no necesita establecimientos, ni edificios para que la alberguen, nos está gritando que en el alma está el nudo gordiano de todo, la felicidad nace allí, no ingresa desde el afuera.

Pero somos renuentes para comprender, creemos que las acumulaciones materiales nos ofrendarán la plenitud y paz anheladas, y allí reside la confusión, aún llenos de bienes y posesiones varias, los vacíos existenciales nos amueblan, si al alma olvidamos y a un rincón la confinamos.

Cuando antes lo comprendamos, nuestro paso por la vida será un placer enorme y la excelente maestra, habrá inducido con excelencia a sus educandos, tan indolentes y tan soberbios, que al materialismo abyecto están entregando sus energías todas.

Viviana Laura Castagno Fuentes

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