Un barranco desliza su falda
de tierra sedienta, ávida,
hasta las meditabundas aguas del río
que en silencio absoluto, espera.
Y las aguas, responden la demanda,
escalan con ímpetu hasta lo alto
suturando las heridas aún abiertas
que soles estivales desgarraron.
El río y la tierra,
una relación simbiótica como tantas,
pero a su vez es única,
cuando la falda agrietada se entrega
para curar dolencias viejas,
pero también las recién infligidas.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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