¿Y me dicen que esto de la tecnología llegó para cambiar la vida?
Pero: ¿Para mejorarla?
Los cambios se han acelerado, las fronteras se han disipado, hasta las cadenas montañosas desaparecieron acercando lo que hasta ayer parecía tan lejano e inasible.
Los límites se esfumaron, el concepto sobre la distancia física es algo muy subjetivo ahora y es posible que las personas consoliden relaciones pergeñadas a través de las versátiles posibilidades que la internet brinda.
Pero hay una pregunta que no tiene respuesta (y tal vez no la tenga):
¿Esto de la tecnología llegó para cambiar todo?
¿Y ello implica que somos mejores ahora?
Tengo mi postura y se da de bruces contra el piso —les aseguro—: no veo humanos humanizados, la mentira es una reina en el palacio de la virtualidad, se acotó escandalosamente la capacidad para escribir (los emoticones reemplazan a las palabras) y se está consolidando una gran penitenciaría donde nuestras libertades están siendo conculcadas, con la gran diferencia que seremos rehenes inocentes pero condenados a vivir bajo el yugo de una esclavitud de la que huir será tarea harto imposible.
Resumiendo, en la era de la comunicación estamos más incomunicados que antes, cuando escribíamos cartas y las enviábamos dentro de un sobre o el teléfono tenía sus limitaciones al estar asido a un cable.
¿Esto de la tecnología llegó para cambiar todo y que ese cambio sea superlativo?
No, que modificó nuestra vida no hay duda alguna, pero está dejando un tendal de desconexiones profundas que son el nudo gordiano de nuestra existencia y el alma es la gran olvidada e ignorada en este cambio devastador y perverso.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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