Temía
porque estaba tapizada
por enormes decepciones
reiterar sus equivocaciones.
Temía
entregar su tiempo valioso
al laberinto traicionero
de la contumaz mentira.
Temía
obsequiar otra vez su primavera
a un gélido y terco invierno
que sobre vergeles no entiende.
Temía
—y era comprensible lo suyo—
cuidar todo lo que expresaba
para quién jamás supo leerla.
Temía... ya no.
Viviana Laura Castagno Fuentes

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